viernes, 31 de enero de 2014

Chromatic Lobotomii I: Infinito

Chromatic Lobotomii I: Infinito

Y de nuevo me encuentro sentado frente a una máquina, una maquina de guerra, un artefacto sangriento. Algo que no me puedo comer, algo que nadie ni nada puede procesar. Oh sí. Hay cosas que nadie nos enseña, hay cosas con las cuales nacemos, ¿será la lógica?, ¿el sentido común? Yo creo que tiene que ver con el sentido. Nadie nos enseña a ver (aprendemos a mirar), nadie nos enseña a oír (aprendemos a escuchar), nadie nos enseña a respirar, nadie nos enseña a morir (aprendemos a destruir).

Cada vez que echo una mirada al exterior, me encuentro con que mucha gente está inconforme. A nadie le gusta ser pobre; a nadie le gusta ser subordinado de alguien más; a nadie le gusta quedarse con las ganas de saciar su naturaleza animal. ¿Cómo llegamos a esto?

A mi se me hacía muy fácil criticar a la gente inconforme. La justificación perfecta era que su mediocridad los llevaba a no poder realizar sus deseos. Si, el mundo está lleno de gente mediocre, de borregos. Wilfrido Pareto me ayudará a resumirlo todo: el 80 por ciento de la población existe como sostén del otro 20 por ciento; y estos últimos son los que mueven al mundo, los que deciden. De la misma manera está repartida la riqueza. Pero, ¿Qué reglas seguimos?, ¿Quién decide?

Desde pequeño, en mi casa me inculcaron una combinación de valores, que pienso son alternativos. Por un lado, las enseñanzas católicas, valores bíblicos; y por el otro, aptitudes de supervivencia, valores empresariales.

Un día le dije a mi madre que yo quería ser arquitecto, sin embargo, apenas sabía dibujar; mis trazos eran garabatos prehistóricos, frente a las obras maestras de ciertos compañeros de clases. A mi me gustaba dibujar una versión propia de las aventuras de un clásico de los videojuegos; de Crash Bandicoot. Lo dibujaba peleando contra los enemigos típicos del videojuego, y a veces dejaba volar mi imaginación para que se enfrentara a otros enemigos extraterrestres, demonios antiguos o dioses Aztecas depravados. Era perfecto, hasta que llegaba otro compañero más talentoso que yo a presumir sus obras maestras.

A diferencia de mi, él había creado la totalidad de sus personajes. Todos con nombre y apellidos, además de dibujar con gran detalle los paisajes en los que se desenvolvían. En la clase de dibujo yo era el segundo lugar. Y si hubiera decidido ser arquitecto, seguramente de entre todas las personas del planeta, habría uno arriba de mí.

Mi madre me dijo esa noche que el Espíritu Santo nos daba dones, y que todos los humanos, como somos hijos a imagen y semejanza de Dios, éramos capaces de realizar las mismas cosas. En pocas palabras yo era capaz de ser lo que yo quiera, tenia las herramientas para ello.

Sin embargo, siempre me encontraba con contradicciones.

En mi casa me enseñaron a no juzgar el bien y el mal de las personas, esa tarea estaba reservada para Dios al final de los tiempos. En la escuela no me dejaban hacer amistad con algunos compañeros por su mala influencia.

Un compañero del trabajo me sigue mucho, ¿qué podría interesarle de mí?, ¿qué tenía yo que ofrecerle a este tipo?

Con el tiempo descubrí que era una especie de ídolo para él. Se necesita mucha vanidad para afirmar algo así hoy en día; sin embargo puedo asegurar que es verdad.

Un día este tipo me dio la pauta para sacar mi conclusión. Platicando me dijo que su sueño era ser luchador profesional, y que si tuviera mi estatura lo hubiera logrado. Al parecer el era hijo de un dios de 1.70 y yo de uno de dos metros.

¿Que acaso no deberíamos tener los mismos dones, el la capacidad completa de lograr su sueño de ser luchador, y yo en su momento la capacidad para ser un arquitecto?

Existen muchos factores, una serie de probabilidades infinitas pero limitadas, que definen nuestro ser. A la mierda el Espíritu Santo y los dones de Dios, lo que nos define es el Caos.

Existía la probabilidad de haber nacido en un país como Corea o China, en donde no podría dar rienda a mi libertad. Mi amigo del trabajo pudo haber nacido un poco más alto, de no ser por milésimas de milésimas de segundo en la configuración de sus caracteres, haber agarrado el gen necesario para ser un poco más alto; de algún antepasado suyo.

La vida es azar, es caos para el 80 por ciento; y es destino, oportunidades para el otro 20 por ciento. Sin embargo nada es seguro.

Hoy la vida es como un juego de Turista. Si alguna vez te haz dado la oportunidad de jugarlo, tendrás que reconocer que es puramente revelador.

El que ganes o pierdas depende de dos dados que caerán dentro una infinita, pero limitada serie de probabilidades. Infinita por el universo, y limitada por dos dados; limitada por ti.

Es triste cuando pierdes. Peor cuando pierdes el juego de la vida.

Por un lado estas tú, limitado. Por otro lado, está todo lo demás, infinito.

El infinito es una fuerza, como el agua que corre por el cauce de un río, parece ser que tiene una dirección. Si tu objetivo va con la dirección el río, no habrá problemas. El único problema con lo anterior, es que el objetivo de todo es morir, y nadie quiere eso. Siempre vamos contra el río, hacia el comienzo, utilizando todas nuestras fuerzas. Todas las posibles.

¿Cómo llegamos a ser lo que somos hoy?

Le haré una pregunta que alguna vez un maestro (sin exagerar sus credenciales), en la escuela nos aplicó a mí y a mis compañeros.

¿Qué se necesita para tener un negocio?

a)      Un producto
b)      Capital
c)      Clientes
d)      Sistemas adecuados que permitan una competencia libre y justa, así como facilidades a la hora de ingresar a los mercados.

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La respuesta es la letra c, por supuesto.

Un negocio triunfa si tiene demanda. Y ¿cuál es la demanda más grande de la humanidad?

Regresemos a la metáfora del río y a la situación mía y de mi compañero del trabajo. Un cause de un río furioso nos impidió llegar a nuestras metas. No fue culpa del rió, ya que este depende del azar, del caos, para cambiar. Pudo haber sido que de pronto se haya puesto de moda que los luchadores midieran a lo mucho un metro con sesenta y cinco centímetros. Mi amigo hubiera aprovechado esa oportunidad, ese tiro de dados para hacer realidad su sueño. Mi compañero de primero de primaria, quizá en un accidente hubiera perdido sus manos.

Sin embargo no fue así. El río siempre corrió con la misma fuerza. Solo pudimos haber cambiado nosotros. De algún lugar haber tomado la fuerza necesaria para encarar al río. He allí la demanda. Todos necesitamos fuerza para enfrentar a todo lo demás. A cualquier costo para evitar la entropía natural del carbón.

Lo anterior es la justificación de la supervivencia, la competencia. Lo anterior es la justificación de la guerra.


Continuará…

lunes, 27 de enero de 2014

Yo, Cómics

Yo, Cómics

No sé cuando pasó, solo sé que la cotidianidad me ha llevado a tener una vida de excesos, excesos placenteros; como la comida italiana, la marihuana, la cerveza o el sexo.

Hubo un tiempo que pensaba que de caminar por un sendero de rectitud y madurez intelectual, simplemente pasaba a otro muy simple; un camino en donde el consumismo masivo era la única regla a seguir, donde no había un parámetro de calidad, o no existía un tipo de retroalimentación. Si, estoy hablando de mi amor por las historietas, y si, he llegado a sentirme culpable de ello.

El pecado lo llega a arruinar todo. Cualquier placer, por más mínimo que sea, viene acompañado de una carga proporcional de culpa, que como consecuencia, incita al usuario a prometerse a si mismo anular al ser que busca el placer, para que por ende, se elimine el ser capaz de pecar.

Si vez lo anterior con filosofía, e inclusive, un poco de lógica, llegarás a la conclusión de que participar en dicho círculo vicioso solo llevaría al desastre.

Pero ya escribiré del placer, el pecado y la culpa después. El punto aquí son los cómics.

Siempre me he considerado un lector ávido. Desde mi primera experiencia a los 6 años, con El Hobbit de J. R. R. Tolkien, (si, una experiencia desastrosa y maravillosa que duró 2 largos años), mi familia, mis amigos y conocidos me han reconocido como tal. Ahora disfruto de todo tipo de libros, mis favoritos son los del género Thriller.

Cuando cumplí 9 años, mis padres me regalaron un librero, solo para mí, para acomodar los libros que iba leyendo. Al principio fue difícil. Me apenaba poner libros de texto de la escuela porque para mí, era como hacer trampa, ya que pues esos libros me los regalaban, y mi obligación era leerlos. Igualmente fue difícil, ya que mis padres no eran de comprarme muchas cosas, (no es que se los eche en cara jeje) ya que de niño pues destruía las cosas que llegaban a mis manos, además de ciertos valores que querían inculcarme. Al finalizar la secundaria, podía presumir que la mitad de mi estante estaba lleno de libros de diferentes tamaños y colores. ¡Era glorioso! Para mi edad, y mi país, era todo un lector; recibía elogios de los maestros de comunicación y esas cosas, ya que de entre mis compañeros, era el único que participaba con comentarios como “Mi compañera se llama Circe, como la bruja que hizo prisionero a Ulises y su ejército por diez largos años”; y ¿quién no disfruta eso?

Durante la etapa de la vocacional, me hice de todo tipo de lecturas, más maduras, y con tintes de diferentes corrientes filosóficas, me chuté todo lo que tenga que ver con Aldous Huxley, con libros como Un mundo feliz; y ensayos como “La idolatría”; Momo de Michael Ende, Maquiavelo, Nietzsche,  Franz Kafka, Oscar Wilde, etc. Todo un éxtasis. No puedo recordar lo que aprendí en la escuela durante los 3 años de vocacional, pero si puedo recordar todos los episodios filosóficos y existenciales que viví gracias a los libros que leí.

Al entrar a estudiar mi carrera universitaria, me dediqué a leer libros de escritores actuales y más comerciales, de allí nació mi amor a los Thrillers. Escritores como Dan Brown, John Katzenbach, Jorge Bucay, Ken Follet, etc. Además de pues abarcar mucha de la literatura referente a mi carrera.

Fue en ese momento que me dí cuenta de que la semilla estaba germinando. Comenzaba a colocar los libros en otros lados, en otros cajones, puesto que mi librero estaba reservado para una pequeña, pero potencial y constantemente creciente pila de vulgares revistas de poca calidad y llenas de anuncios de Tortillas y tonos para celular.

Si, sin darme cuenta, ya tenía algunos cómics. No pasaba de cien, pero eran más de cincuenta. Era completamente mi decisión seguir con ese simple “pecadillo”. Una potencial obsesión que no sabía que iba ser dueña de un porcentaje considerable de mis ingresos al día de hoy.

Al igual que dios es padre, hijo y espíritu santo al mismo tiempo, (humor negro reluciendo), una persona es muchas cosas a la vez, e interpreta dichos roles de manera distinta. Mi Mamá es, pues mamá conmigo, hija con mi abuela, “amiga” con la gente a la que le vende, “consejera” con sus amigas, etc. Usted mismo actúa distinto según el ambiente en el que se desenvuelva. Conmigo pues fue, es y será igual.

No es que los libros no me llenaran, pero las historietas, desde niño, y como a cualquier niño, me llamaban fuertemente la atención.

Cuando era niño, mis padres, mi hermana y yo, disfrutábamos los fines de semana visitando centros comerciales. Aprovechábamos a comer comida chatarra, ver películas, ir a tiendas y comprar una que otra cosilla. Yo aprovechaba para ir a un establecimiento “Sanbonr’s”, acercarme a la sección de revistas y mirar los cómics, (mis favoritos eran Batman y Spawn), hojearlos, olerlos, y chillarle a mis papas para que me los compraran. A veces tenía la suerte de llegar a mi casa con un ejemplar de Batman, o Spawn. Y lo leía sin entenderle del todo, ya que pues la historia estaba bastante avanzada. Sin embargo tenía la esperanza de que en los números siguientes fuera entendiéndole.



Dos Cómics recuperados de aquellas épocas.
Se puede ver que están bastante maltratados; a la Izquierda
Spawn  #55 a "Quince pesitos", a la derecha "El Clavo, a treinta y cinco
pesitos. Hubo más cómics, pero no lograron sobrevivir.


Pero el siguiente mes no tenía tanta suerte.

Les lloriqueaba a mis padres, y ellos se resistían, y no me compraban nada. Digo, no es que hayan sido tacaños, como algunos de mis amigos me dicen. Los cómics en ese tiempo costaban quince pesitos. Quince pesitos al mes que invirtieran en su hijo primogénito no era nada ¿o sí?; simplemente mis padres pues estaban haciendo su labor. Yo los creía los padres mas malvados del mundo, y ellos solo estaban educándome. Mi padre un día me dijo que si quería mi cómic, pues tenia un mes para conseguir “quince pesitos”, y al final de mes yo mismo me podía comprar la revista. Así fue que le encontré el verdadero valor a “quince pesitos”, y pues esas sabias palabras me hicieron menguar la inquietud hacia los cómics.

Así pasaron algunos años. Fue precisamente a mediados de la secundaria. Siempre que salíamos mi hermana y yo de la escuela, mi papá nos llevaba a comer al trabajo de mi mamá, y yo me regresaba caminando a mi casa, ya que quedaba cerca.

De paso, entre el negocio de mi mamá y mi casa quedaba un establecimiento “Sanbonr’s”. Recuerdo que la nostalgia me invadió y entré. La sección de revistas estaba cerca. Había un vistoso anaquel con las historietas de Marvel Comics. La adicción estaba regresando.

Les podrá sonar increíble, pero cuando yo iba en la secundaria, no tenía mi propio dinero. No me daban “mesada” o “domingo”, ni nada parecido. Cualquier cosa que quisiera tener, tenia que pedírselo a mi madre o a mi padre para que ellos valoraran si podía tener eso, y pues me lo compraran. Yo sabía de antemano, por experiencia propia, que pasaría si les pedía que me compraran los cómics. El pasado se repetiría exactamente igual. Quizá me lo compraban, pero, ¿cómo asegurarme de que el próximo mes tendría nuevamente mi cómic? Decidí no arriesgarme, y mejor leer los cómics en dicha tienda. Era seguro, ya que pues ninguna historieta estaba en sus primeros números, (estaban desde en su número noveno, o en sus 30’s); solo tenia que asegurarme de las molestias a los empleados, ya que entraba a la tienda por a veces hasta dos horas sin comprar nada.

Como escribí al principio, la rutina y lo cotidiano no te hacen ver claramente el panorama, y en mi caso, llegó un momento en el cuál no podía ver el poder que me había dado la edad y otras cosas.

Todo lo anterior referente a las historietas es mas bien un prólogo a lo que acontece el día de hoy; y a lo que comenzó en el momento en el que entré a la vocacional.

Al entrar a dicho grado académico, el gobierno nos dio a todos los estudiantes competentes un estímulo económico para poder comprar útiles escolares, libros, cubrir gastos alimenticios y de pasaje, entre otros; en forma de beca. Lo anterior solo significaba para mí una cosa: Semi-independencia económica.

Mis padres se tomaron muy enserio lo de la beca, y muchas cosas para la escuela no me las compraban, lo cual hizo que mi decisión no fuera sencilla ni tan a la ligera. Mis demás compañeros se gastaban su beca en vicios como alcohol y otras cosas, yo pues si me tenía que pagar por lo menos el pasaje y la comida durante el horario escolar. De la misma forma, todos los cómics que estaban exhibidos, ya estaban muy adelantados.

Lo que me impulsó a comprar mi primer cómic fue la publicación de un número uno; el Iron Man: Director of Shield #1. Allí comenzó mi maldición.


Mi Colección Completa de Iron Man: Director de S.H.I.E.L.D.
Mi primer gran logro.


Muchas preguntas. Leer dicho número solo hizo que tuviera muchas preguntas, y por ende, me obligó a buscar respuestas. Nuevas ediciones de cómics me llevaron a respuestas, pero como siempre, igualmente a más preguntas. Eso no dejaba afuera que realmente disfrutaba leer cómics. Era muy entretenido. Al principio no me tardaba ni 10 minutos en leeros, ya que los leía como si fueran un libro. Solo veía las puras letras; es más, recuerdo que al principio solo leía las narraciones, todos los diálogos los leía muy rápido, captando solo el sentido, sin analizarlos. Con los años me fui añejando en el arte. Comencé a analizar mejor las escenas, criticar los diálogos, apreciar el color y los trazos. Pasando a tardarme actualmente de entre treinta minutos y una hora en leer una simple historieta de 24 páginas.

En fin, fue un camino lleno de muchos baches, más por que se puede decir que viví en carne propia el comienzo de la decadencia de Editorial VID, editorial pionera en la publicación de cómics en México. Lo anterior hizo que me quedara con dos o tres series incompletas. Ese se sumo a otro de mis temores principales al coleccionar cómics.

Pasó un poco más de un año, tenía la disyuntiva, ¿seguir? o ¿no seguir? Había terminado el evento “Secret Invasion” de Marvel, y pues yo estaba como vulgarmente se dice “Mojado y muy alborotado”. ¡Mugre evento!; el final solo dio paso a un nuevo comienzo, y un comienzo lleno de intrigas, nuevos personajes, giros inesperados, y pues la condición de otro año seguir comprando cómics.

Yo me sentía con una especie de insatisfacción; me sentía usado, pero también comprendía la situación. A Marvel cómics no le convenía hacer un final definitivo, ya que eso le haría perder a clientes potenciales como yo. Así que optó por hacer un final que pues le hiciera conservar a sus clientes. Realmente lo comprendo, yo haría lo mismo.

No fue una decisión muy difícil de tomar, basto con mirar en el estante el primer número de Dark Avengers para llenarme de emoción y comprarlo. Tenía la sensación de que no había leído nada; todo lo que había leído no era nada en comparación con lo que estaba por ocurrir. Y así paso otro año.

De pronto recibí la primera señal. Estaba con un gran amigo con el que compartía el gusto por la lectura y el cine, hablando de cómics, precisamente le estaba platicando de uno de Geoff  Johns, llamado “Sociedad de la Justicia de América”, publicado por Editorial VID, y que desgraciadamente tengo incompleto.


El Octavo número de "Sociedad de
la Justicia de América", el último número publicado
por Editorial VID. La serie en Estados Unidos
consta de 39 números.


Fue una plática muy amena, ya que mi amigo pues realmente no sabía nada de cómics, (referente a las historias), y yo le vine a dar una especie de embarrada de todo lo que había leído. La señal fue un comentario de él, hacia mí. Me dijo “… Esta bien que leas cómics, así se empieza a leer libros…” ups,  fue un comentario, que quizá en el momento no percibí, pero que hirió mi ego muy gravemente. De ser aquel estudiante estrella, súper-lector, que rompía todos los paradigmas del típico estudiante mediocre mexicano, pasé a ser una especie de niño tonto que apenas sabia leer, y que por eso leía cómics. Te digo, no le tome mucha atención al comentario, pero pues lo resentí muy en el fondo de mi psique.

La segunda señal fueron comentarios de muchos de mis compañeros de la vocacional.

La gente con la que me rodeaba y procuraba en la vocacional, sabía que leía historietas no por que les dijera, ya que, a menos que me asegurara notas altas, yo no era muy exhibicionista con lo que hacía; la gente sabía que leía cómics, simplemente porque me veía leyéndolos en mis ratos libres.

Un día una gran amiga me vio leyendo un Tie-In de Secret Invasion, el de “The Initiative”. Al verme, como para romper el hielo me preguntó acerca de lo que leía. Yo le explique de forma muy completa y detallada todo lo que había ocurrido antes de ese cómic, y pues la verdad creo que exageré con mi respuesta. Entonces vino el comentario: “… Ay Chris, ya te imagino con tus amigos NERRDOS leyendo cómics…”. Ups!!!, la verdad si me enojé con su comentario, y de una manera muy sutil y sarcástica le aclaré que no por que lea cómics tenía que estar dentro de la etiqueta de NERD.
En fin, dicha señal me hizo reflexionar mucho acerca de mi creciente colección de revistas.

La tercera señal iba a llegar muchísimo después. La rutina volvió a nublar mi capacidad de auto crítica. De pronto solo estaba esperando impacientemente la publicación de los siguientes números.


Secret Invasion, El primer evento Marvel completo.


Así pasaron varios años. Salí de la vocacional,  terminó Secret Invasion, Comienza Dark Reign, Utopia, La lista de Norman Osborn, Captain America Reborn, Siege, Wolverine, Un nuevo día de Spiderman, Thor de Matt Fraction, Fear Itself, X-Men Cisma, X-Men Second Coming, The Fearless, Carnage USA, el regreso de DC a México, coleccionando Batman de Scott Snyder, Flashpoint, y así podría mencionar toda una lista de títulos que coleccionaba mientras estaba en los primeros años estudiando mi carrera universitaria. Cabe mencionar que los compraba con los ingresos obtenidos en mi empleo de medio tiempo.

Así pasó hasta que llegó el evento de Avengers vs. X-Men. Dicho evento iba a cambiar por completo el Universo de Marvel (bueno, cada evento que ocurre así dicen so…), y como decisión editorial, iban a cerrar todas las series, y comenzar con nuevas. Esa fue la segunda vez que intenté dar un ultimátum a mi colección de cómics. Era perfecto. Iba a terminar con todas las series que coleccionaba, y solo seguiría con Batman, que era relativamente nueva.

Para que hacerla larga, mi segundo intento en dejar los cómics, como el anterior, fue un rotundo fracaso. Para colmo, todo empieza con Iron Man, que es prácticamente la serie más vieja que tengo. Realmente tenía poquitos números; tenía catorce números de una serie, y treinta y ocho de otra, sumando un total de cincuenta y dos cómics. Esa cifra me hacia pensar que solo iba a la mitad del camino, ¡Oh Dios!, ya llevo cerca de seis años coleccionando historietas y apenas iba a la mitad. Y eso no era lo peor. Había pasado casi todo ese tiempo enfocado sólo en Marvel, había muchas otras editoriales más, que tenían mucho que ofrecer. Aquella era ya una decisión tomada.

Al mismo tiempo que Editorial Televisa lanza los primeros números de las nuevas series de Marvel, otras nuevas editoriales como Kamite o Pannini Comics lanzan series de editoriales independientes, series que ofrecen otro tipo de temáticas frescas, que vienen a despabilarnos del género de superhéroes.

Ahora viene la tercera señal. Me encuentro en la situación que leo más cómics que libros.

Me di cuenta, cuando por el chat de Facebook, típico, que una persona te habla, preguntándote que estas haciendo. Yo estaba leyendo el Manga de “Hellsing”, así que le dije que estaba leyendo. Entonces me invitó a recomendarle algún libro, y yo me sentí como en los viejos tiempos. El agitado estilo de vida de un estudiante universitario, que además trabaja, y que tiene sus proyectos musicales,… tiene poco tiempo para ponerse a platicar sobre recomendaciones de cosas, porque generalmente las personas como yo tienen poco tiempo para enfocarse en otras cosas. Y por lo anterior era que tenía muchísimo tiempo que no me daba el lujo de recomendarle a alguien un buen libro.

Estaba cayendo en una trampa. No tenía ningún libro que recomendarle. Solo tenía cómics, así que le recomendé que leyera Hellsing. Ella ya no me respondió en el Chat, pero yo estaba completamente absorto en la revelación que había tenido. Que la cotidianeidad y la rutina, alimentadas ambas por el mismo placer encarnado me había alejado del análisis de la situación.

La solución estaba clara. Tan fácil como comprarme un libro y leerlo, ¿por qué no había ido a comprar algún nuevo Thriller como los que tanto me gustaban leer?, era cuestión de buscar una reseña por Internet, ver la mas positiva y lanzarme a una librería  a comprarlo, y devorármelo, por lo menos así tendría libros que recomendar. Pero cuando me puse a analizar mi situación actual; las reformas fiscales en mi país me obligarán a actualizar todos mis compendios fiscales; era hora de ir por mi fisco agenda 2014; el aumento del transporte, iba a meritar una provisión extra; con mi banda, estábamos comenzando a componer, teníamos que ahorrar para los gastos de la grabación de las canciones, así como el pago por el registro de las mismas, y mi voz, ya tengo que empezar a tomar en serio mi papel como vocalista, y ahorrar para la dieta especial que deben tener los cantantes; estaba saliendo con una nena, y parecía que iba en serio, gastos y mas gastos, y así podría seguir con una lista enorme de etcéteras que no hacen mas que recordarme lo pecador que soy al leer cómics.

Sin embargo, después de meditarlo mucho, descubrí la solución a mi problema.

Prejuicios,  entender que los prejuicios nos limitan como personas. ¿Por qué veía el leer cómics como un pecado? Me di cuenta que lo veía como un pecado porque así me lo decían terceros. Y paradójicamente, realmente así funciona el pecado. El sentirte pecador es verte humano a los ojos de un Dios, que probablemente ni exista, y si existe, no creo que te este viendo, digo, metafóricamente esta el punto.

Estoy leyendo cómics, porque es lo que me gusta, es lo que me llena hacer, y como en su tiempo los libros, el cine, y otras cosas tuvieron su prioridad en mi vida, ahora los cómics la tienen, y lo mejor es aprovecharla mientras dure, porque algo que he aprendido de la vida, y que es aplicable en cualquier ámbito, es que es dinámica, nunca es estática. Lo de los cómics algún día se va a terminar, porque todo termina. Y quizá en un futuro recuerde el sacrificio que hice por esto; al ver mis cómics acomodados cronológicamente en mi estante; y daré gracias, ya que si hubiera sido de otra forma, quizá viva arrepentido. Y lo peor que puede pasar en la vida es vivir arrepentido por NO haber hecho algo que nunca se podrá volver a hacer.


Eisenheim68

domingo, 19 de enero de 2014

Padre de Ustedes


Padre de Ustedes

Me despierto hoy, presa del deseo
Pero de un deseo hacia el conocimiento
Cuando descubro tu verdadera naturaleza
¡Oh Padre de ustedes! causa de la creación.

Nuestra verdadera madre está en el limbo
Y allí se debe quedar
En los pensamientos burdos y fantásticos
Y en las mentes escogidas, por ella, al azar.

En cambio tu, agentes por todo el mundo
Distribuyes sin permiso
Como marionetas el subconsciente controlas,
también, la vida y la muerte.

Zombies, cuerpos con vida y sin mente
Destruyen todo en tu nombre
Y se crecen con sus dones
Y crean solo lo ya inerte.

Pero acaso ¿debo culparte?, ser compulsivo
Así como debo culpar a un huracán
O al amor por abrasivo
O a la erupción de un volcán.

Formas parte del orden físico,
O quizá, del caos del ingenio,
Pero lo bueno de este conflicto
Son las preguntas, mi enemigo.

Las cosas son como deben ser
Yo estoy aquí y tu allá
Y nuestra madre en el olimpo
Donde y como debe estar.