martes, 26 de agosto de 2014

Aquellos Ahora




No es muy difícil comenzar a meditar acerca de aquellos momentos que la memoria guarda como fotografías, estáticas al tiempo mismo, con algún retoque a los detalles, como si se tratara de un grano en la cara o dientes amarillos en una fotografía. Lo difícil es poder dejar de sentir nostalgia cada vez que recordamos los años dorados, cuando el tiempo parece que no pasa, los buenos momentos, aquellos ahora.

Cuando te gustaba el cine. Tendrías ocho o nueve años de edad, y cada película a la que te llevaban tus padres te impresionaba, y jugabas a ser aquellos atractivos protagonistas, que pareciera no tienen miedo a morir, a dar su vida o su muerte para salvar el mundo. Recuerda cuando te impresionó la noticia de que aquel libro que leíste en la infancia iba a ser llevado a la pantalla grande. Fue impresionante. Recuerda como empatizaste con el director Peter Jackson. De fan a fan. Simplemente separados por una pantalla. Como cada escena, cada personaje, cada momento, cada lágrima; las compartiste con muchos otros fans claro, pero sabias en tu interior que aquel el cual iba a ser el primer director de cine del que tuviste conciencia, había sentido lo mismo al leer el libro. Y que ahora en su profesión, pudo exteriorizar y transmitir a cierto público todos los sentimientos. ¡Ohh! El magnifico trabajo con la escena en la cual Gandalf cae ante la Falla de Durin, o el épico momento en el cual Elrond bautiza a un grupo de infames bestias como “La comunidad del anillo”, y como a lo largo de tres películas esas infames bestias se van convirtiendo en los héroes más respetables (ficticios) que jamás hayas podido admirar. Enanos, hombres y elfos (y Hobbits claro), trabajando juntos para destruir algo que desean tener, pero que saben que los dañará.

...

Cuando algo que lees, escuchas o ves te gusta mucho, o simplemente te causa mucha impresión, sientes la compulsiva necesidad de compartir eso con los demás. Nadie me hacia caso cuando les recomendaba a toda costa leer El Hobbit, o El Señor de los Anillos; pero cuando salio la película, parte de mi satisfacción vino cuando todos aquellos conocidos que aun no habían leído el libro o que quizá ni siquiera sabían de su existencia, probaran un poco de aquellas cosas que yo viví.

Pues los recuerdos son algo así.

Platicas de tus años dorados, porque fue una etapa de tu vida que quieres compartir con los demás. De ninguna manera quisieras hablar de tu yo actual. Digo, a pesar de que son lo mismo, y simplemente es cuestión de tu percepción de la vida.

Es hora de aprender de esos cambios, y estás a “tiempo” de presenciar uno de ellos en vivo. Uno de esos cambios que marcan un hoy, que será un ayer dorado, pero que da pauta a un nublado mañana; no necesariamente malo, pero incierto, en el cual seguramente estaré hablando de ahora mismo.

Es tiempo de poder tomar una fotografía al hoy, a este momento. Pero aprovechar la lucidez, y tomar todos los detalles, los buenos y los malos. Y con el fuego del Fénix quemar todo lo perjudicial. Pero conservar toda la ceniza, y bañarme con ella todas las noches, para que cuando este hablando de ahora mismo, sea con nostalgia, pero sin tristeza ni remordimientos.

El transcurso del cambio, el “flashazo”, ¡por supuesto que va a doler! La transformación de la carne en ceniza tiene que ser dolorosa. Y no pienso evitar el dolor.

El dolor te cambia, hace que evoluciones, que seas mejor. Sin dolor no habría cambio, porque el cambio siempre es para bien. Aquel que diga que el cambio es para mal, es aquel que no ha cambiado en nada. Es aquel que se ha quedado dormido en su jardín, jardín al cual le empezaron a crecer espinas venenosas. ¿La captaste?

Mmm, definitivamente va a doler, y quizá el dolor me deje una cicatriz toda mi vida, como la que cargó Frodo, cuando fue herido con la daga de Minas Morgul. Toda su vida tuvo que cargar con esa cicatriz, que le punzaba cada vez que estaba cerca del mal que la causo.

Pero ¿Qué no todos cargamos con esos dolores?

Dolores de una mujer cuando dio a luz. Cicatrices en el corazón, que nunca llegan a sanar. La vida misma deja cicatrices, heridas en forma de arrugas, uñas encarnadas.

El conocimiento es una cicatriz en la mente de las personas, pero no tiene nada de malo. Al contrario, es la maravilla misma.


Eisenheim68

“… Tu solo puedes decidir que hacer con el tiempo que se te ha dado. Hay otras fuerzas actuando en el mundo además del mal...” Olórin, Mithrandir, o mejor conocido como Gandalf el Gris

“… Quien no es capaz de desprenderse de un tesoro en un momento de necesidad, es como un esclavo encadenado…” Aragon, hijo de Arathorn II